El papel de las mujeres en la Primera Guerra Mundial
Soldados, conductoras de ambulancias y de camiones, empleadas de fábricas... A pesar de que la historia no ha destacado su papel en la Primera Guerra Mundial, las mujeres estuvieron muy presentes en ellas, y no solo de forma anecdótica.
“Sin mujeres no hay victoria rápida”, sentenció en 1915 David Lloyd George (1863-1945), futuro primer ministro británico. Tan solo habían pasado unos meses desde el inicio de la Gran Guerra, pero para quienes planteaban posibles estrategias para que el conflicto no se alargara ya era evidente que las mujeres iban a tener un papel esencial en la contienda. Sin embargo, la idea de que una mujer se uniera al ejército de su país aún era vista con recelo por quienes las asociaban únicamente con labores domésticas. Y aun así, muchas lograron estar presentes en el campo de batalla demostrando su valía.
En primera línea de combate
Fue el caso de María Bochkariova, conocida como Yashka, quien, tras ser herida dos veces y condecorada por su valentía otras tres, recibió el encargo de formar una unidad de combate integrada exclusivamente por mujeres. Fue así como se creó el primer batallón femenino en Rusia, al que se unieron 2.000 voluntarias, aunque la férrea disciplina de Yashka hizo que solo permaneciesen 300. Por fin, en junio de 1917, Bochkariova y su batallón de la muerte fueron enviadas a la ofensiva contra los alemanes en los alrededores de la ciudad bielorrusa de Smorgon. Sus compañeros, ya desmoralizados, les advirtieron de que no tenían intención de luchar contra un ejército mejor preparado. Sin embargo, ellas decidieron avanzar con o sin su ayuda y consiguieron entrar en terreno alemán.
No fueron las únicas que protagonizaron episodios como ese. Una noticia de la Telegraph-Press Association informó acerca de una francotiradora turca que había sido vista con alrededor de treinta placas de identificación alrededor del cuello, supuestamente de los hombres a los que había disparado. Acabó muerta en combate, igual que Ecaterina Teodoroiu, la heroína rumana que comenzó trabajando como enfermera en el frente hasta que el fallecimiento de su hermano la llevó a unirse al 18 Regimiento de Infantería de Gorj como soldado voluntaria, donde demostró ser una gran estratega militar. Quien sí consiguió sobrevivir a la Gran Guerra fue la que está considerada la soldado más condecorada de la historia, Milunka Savić, que decidió ocupar el lugar de su hermano en la Segunda Guerra de los Balcanes tras recibir una carta convocándolo a filas. Para cuando se descubrió que era una mujer, ya había sido ascendida a cabo y continuó su carrera militar. Una de sus hazañas en la Primera Guerra Mundial fue capturar sin ayuda a 23 soldados búlgaros.
La Gran Guerra no solo movilizó a soldados en el frente. Hacían falta taquígrafos, telefonistas, cocineros, conductores de ambulancia, mecánicos... y muchos de esos puestos que hasta entonces solo habían sido ocupados por hombres comenzaron a admitir a mujeres. El ejército de Estados Unidos reclutó a más de dos centenares de operadoras telefónicas bilingües para que desarrollaran su labor cerca de la primera línea del frente en Francia, además de enviar a medio centenar de cualificadas taquígrafas para que trabajaran mano a mano con el Cuerpo de Intendencia.
Habilidades en todos los campos
Por su parte, el Cuerpo de Marines de Estados Unidos reclutaba en la misma época a más de 300 reservistas femeninos para cubrir puestos como el de operadoras de telefonía.
También las mujeres británicas demostraron su valía en trabajos que hasta la fecha no habían ejercido, y en pleno frente de batalla. Uno de los campos donde impresionó más su labor fue el de la conducción. Aunque hasta entonces no se les permitía conducir, mostraron con rapidez sus habilidades al volante: en septiembre de 1915, tras el primer ataque de zepelín que sufrió Londres, The Women’s Reserve Ambulance fue la primera unidad de asistencia médica en llegar. En total, más de 50.000 británicas acabaron enrolándose en los cuerpos femeninos auxiliares del ejército (Women’s Army Auxiliary Corps o WAAC) ocupando puestos como conductoras de camión y ambulancia, cocineras, mecánicas, secretarias...
Su papel no quedó ahí. Las mujeres también abrieron las puertas a nuevas estrategias de inteligencia que se basaban en desencriptar códigos secretos. Durante la Gran Guerra, Elizebeth Smith Friedman (1892-1980) se convertiría en indispensable para el gobierno de Estados Unidos precisamente por su trabajo descifrando mensajes y reconociendo patrones. Aunque su gran proeza llegaría en la Segunda Guerra Mundial, cuando descifró los códigos de una red de espías nazis, fue en 1916 cuando comenzó su labor como criptógrafa en los laboratorios Riverbank, junto al que más tarde se convertiría en su marido.
En realidad, había sido contratada por el excéntrico millonario George Fabyan para demostrar que las obras de Shakespeare habían sido escritas por Francis Bacon; como gran conocedora de las obras del autor inglés, debía investigar esa teoría. Sin embargo, su trabajo como experta en reconocimiento de patrones acabó por llevarla a dirigir un equipo no oficial de descifradores de códigos empleado por el gobierno.