jueves, 28 de marzo de 2019

Los Aztecas y su Torre de los Cráneos.

Los Aztecas y su Torre de los Cráneos.

Los salvajes aztecas y sus despiadados sacrificios humanos.



Un equipo de arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de México ha realizado un hallazgo macabro, que podría arrojar nueva luz sobre la civilización azteca. En concreto, se han descubierto más de 650 cráneos y miles de fragmentos humanos formando parte de una edificación cilíndrica, próxima al Templo Mayor - sobre el que se edificó la actual Catedral Metropolitana de Ciudad de México- que pasa por ser uno de los lugares de culto más importantes de la antigua capital azteca, Tenochtitlan, correspondiente a la actual capital de México.

Según el equipo de investigadores, se cree que esta «torre» sería parte también del Huey Tzompantli o altar en el que se empalaban a la vista del público las cabezas de los cautivos sacrificados en honor a los dioses y que los historiadores relacionan con otras culturas mesoamericanas anteriores a la llegada de los españoles. Lo que impresionó mucho a los españoles que acompañaron a Hernán Cortes en la conquista de México, y quienes dieron testimonio de todo ello.

La primera crónica de indias que escribió el conquistador de México, Hernán Cortés, el 10 de julio de 1519, estaba dirigida a la reina Juana de Castilla y al emperador Carlos V. En ella se cuenta con horror cómo eran y para qué se usaban los sacrificios humanos en los pueblos del Nuevo Mundo, en especial en el imperio azteca. “...Algunas veces sacrifican sus mismas personas, cortándose unos a otros la lengua, y otros las orejas, y otros acuchillándose el cuerpo con unas navajas. Toda la sangre que de ellos corre la ofrecen a aquellos ídolos(...) Y tienen otra cosa horrible y abominable y digna de ser punida, que hasta hoy no habíamos visto en ninguna parte, toman muchas niñas y niños y aún hombres y mujeres de mayor edad, y en presencia de aquellos ídolos los abren vivos por los pechos y les sacan el corazón y las entrañas”.

Las primeras excavaciones comenzaron en 2015, y sugieren que todavía quedan datos pendientes: «Nosotros esperábamos que fueran hombres, obviamente jóvenes y también guerreros. La cuestión es que no creíamos que fuera haber mujeres y niños, que no tendrían que ir a la guerra», apunta uno de los responsables de esta investigación el antropólogo y biólogo Rodrigo Bolanos.

Al hilo de lo anterior ha reconocido que «está pasando algo de lo que nosotros no teníamos constancia y esto es realmente nuevo, la primera vez que pasa en un Huey Tzompantli».

Bajo la Catedral Metropolitana
Por su parte, Raúl Barrera, un arqueólogo del INAH que viene trabajando en la misma excavación bajo la Catedral Metropolitana ha apuntado que los cráneos habrían formado parte de una torre después de haber sido expuestos al público en el Tzompantli.

Con un diámetro aproximado de seis metros, la torre se erigió en la esquina de la capilla de Huitzilopochtli, el dios azteca del sol, la guerra y el sacrificio humano.

Para el equipo de investigadores no hay duda de que esta particular torre erigida con cráneos pertenecía a las edificaciones de las que dio cuenta Andrés de Tapia, un soldado español que acompañaba a Hernán Cortés en la conquista de México en 1521.

En sus escritos, Tapia apuntó que había contado decenas de cientos de cráneos y sobre lo que se conoce hoy como Huey Tzompantli. En concreto, Barrera ha llegado a contabilizar hasta 676 cráneos aunque no ha descartado que su número sea mayor según avanzará la excavación.



Pero ahora el descubrimiento de la torre de los cráneos de Tenochtitlán, tan verazmente descrita por los cronistas, obliga a mirar a Cortés y a su gente de otra manera. Si esto tendrá consecuencias en el futuro no lo sabemos, pero es poco probable. Pronto caerá otro manto de silencio sobre esta realidad como ha caído sobre tantas otras que no necesitaban de un equipo de arqueólogos. Como, por ejemplo, que el gobernador nombrado por Cortés que tuvo México en el nuevo orden cristiano se llamó Andrés de Tapia Motelchiuh (1526-1530) y era un azteca que se bautizó tomando precisamente el nombre del cronista y conservando también el suyo, y que era un plebeyo casi esclavo a quien el anquilosado sistema social azteca nunca le hubiera permitido prosperar. Acompañó a Cortés durante tres años en sus expediciones. Pero podríamos nombrar también a otro plebeyo, don Pablo Xochiquenzin, que también fue gobernador cinco años. O a don Diego de Alvarado Huanitzin, que acompañó a Cortés en la expedición a Honduras y fue nombrado gobernador de Ecatepec, cargo que ocupó 14 años. Después el virrey Antonio de Mendoza le nombró gobernador de Tenochtitlán. O a don Diego de San Francisco Tehuetzquititzin o a don Alonso Tezcatl Popocatzin, o a don Pedro Xiconocatzin. ¿Hay que seguir? Todos indios, todos gobernantes del virreinato de la Nueva España.