Hace 90 años Fue La Masacre de San Valentín.
Toda la verdad sobre la matanza de San Valentín
En plena Ley Seca, las bandas rivales no dudaron en masacrar por quedarse con la mayor parte del pastel.
Ocurrida en el Chicago de los años 20, si la Masacre de San Valentín es un clásico en los anales del crimen no se debe ni a su número de víctimas (siete), ni a su trascendencia –Al Capone la planeó para librarse de George Bugs Moran, su principal competidor en la lucha por el control de Chicago–, sino a que su brutalidad significó un antes y un después en la imagen de los gángsters ante las autoridades y la opinión pública. Capone era visto como un tipo que se saltaba la Ley Seca para proporcionar el alcohol que muchos deseaban beber y que incluso pagaba de su bolsillo comedores sociales para aliviar el sufrimiento de los parados durante la Gran Depresión. Desde ese momento, pasó a ser considerado un asesino sin piedad y se aumentaron los esfuerzos para darle caza.
El crimen sucedió poco después de las diez de la mañana del 14 de febrero de 1929. Capone tendió una trampa a Moran haciendo que un gángster le ofreciera un cargamento de alcohol robado; la compra tendría lugar en un garaje que servía de centro de distribución, situado en el número 2122 de la calle North Clark. A la hora acordada, había en el interior siete miembros de la banda de Moran, cuando entraron dos hombres con uniforme de policía acompañados de otros dos de paisano.
Disfraces disuasorios
Antes de que nadie tuviera tiempo de reaccionar, los dos últimos sacaron las ametralladoras que llevaban ocultas en sus abrigos, y los policías, dos recortadas. Tras ordenar a los hombres de Moran que se pusieran cara a la pared, se situaron a un metro de distancia y comenzaron a disparar. Cada gángster recibió entre dieciocho y veinte balazos antes de tocar el suelo.
Irónicamente, los disfraces de policía utilizados por los asesinos fueron lo que salvó a Morán, que era el objetivo principal: los atisbó de lejos y los tomó por policías auténticos, por lo que decidió no acudir a la cita. Moriría de cáncer en 1957 mientras cumplía condena en la prisión de Leavenworth, sobreviviendo así a Capone diez años.
Crónica de la Masacre de San Valentín.
El 14 de febrero de 1929, la ciudad de Chicago fue testigo de uno de los acontecimientos más atroces dentro del mundo criminal de aquel entonces : la Masacre de San Valentín, con la cual se llegó a un nivel de violencia nunca antes visto. Al Capone, su orquestador, se impuso como el principal distribuidor de alcohol, a la vez que puso punto final a una cadena de venganzas iniciada cinco años antes, a raíz de la Ley Seca.
Originalmente, ni Capone ni Bugs Moran, líder de la banda exterminada, tenían nada que ver, sino los jefes de ambos: John Torrio, mentor de Capone, y Dion O’Banion, quien dividía su tiempo entre contrabandear alcohol y confeccionar arreglos florales.
Todo inició cuando Torrio, en su intento por apaciguar el conflicto que sostenía O’Banion con los hermanos Genna, le propuso al primero comprar su cervecería con tal de que abandonara Chicago. Aceptó, a sabiendas de que en la cervecería habría una redada en los próximos días. Era un negocio seguro. O’Banion se rió en la cara de Torrio, aunque por poco tiempo, pues el 10 de noviembre de 1924, fue acribillado por tres hombres. Lo encontraron nadando en su propia sangre...
Con la muerte de O´Banion quedaba un espacio libre que sus hombres no dudaron en ocupar. Un tal Hymie Weiss y Bugs Moran fueron los nuevos lideres, y desde entonces los atentados contra Capone se sucedieron uno tras otro. Torrio decidió alejarse por unos meses de Chicago y dejó a Al Capone al frente de los negocios de alcohol y prostitución. Los roces siguieron entre ambas bandas; sin embargo Al Capone tenía un punto a su favor: era carismático. Los periódicos lo trataban como héroe. En general, los gángsters no eran vistos como una amenaza, sino como unos benefactores que combatían una absurda Ley Seca.
Con todo, Al Capone intentó negociar con Hymie Weiss, pero éste se negó y terminó muerto a la edad de 28 años. Sólo faltaba Bugs Moran y ya planeaba algo para él...
El 14 de febrero de 1929 prometía ser un día como cualquiera. La banda de Moran se reunió en el 2122 de la calle North Clark para recoger un cargamento de alcohol. Esa fatídica mañana estaban: James Clark, cuñado de Bugs Moran, Adam Meyer, John May, Al Weinshank, los hermanos Gusenburg, Frank y Pete, y el doctor Reinhardt Schwimmer. Este último gustaba de codearse con criminales. El único ausente era precisamente Bugs Moran, quien llegaría más tarde. El reloj marcaba las 10:25 y a esa hora ninguno sospechaba lo que ocurriría en los próximos cinco minutos.
A las 10:26 un auto se acercó a la bodega, pero no era el contacto, sino una patrulla, seguido por un vehículo no identificado. Algo olía mal, pues los delincuentes habían pagado su cuota a la policía para que los dejaran trabajar libremente. ¿Qué buscaban? dos policías y dos civiles se bajaron de sus autos y ordenaron a los siete individuos ponerse contra la pared. Eran las 10:28. James Clark intentó arreglar las cosas: "¿Qué sucede?, estamos al corriente con los pagos", se defendió. En respuesta recibió una risa burlona y una "caricia" con la culata de una ametralladora Thomson. Afuera, la suerte era otra. Bugs Moran, quien acababa de llegar, huyó de prisa al ver la patrulla y esperó en una cafetería hasta descubrir qué es lo que sucedía.
En tanto, los siete tipos seguían contra la pared, temiendo lo peor. No sabían que los policías eran en realidad mafiosos, como ellos, y que uno era ni más ni menos que McGurn, mejor conocido como Machine Gun. A las 10:30 horas todo llegó a su fin cuando una ráfaga de plomo, que hizo rugir la poderosa garganta de las metralletas Thomson, cayó sin piedad sobre la banda.
Inmediatamente, la prensa miró con sospecha a Al Capone, sin embargo se justificó diciendo que en ese momento estaba en Miami. La coartada de Machine Gun fue mejor: había pasado el día con su novia Louise Rolfe. La emblemática matanza pronto se convirtió en un éxito mediático pero, paradójicamente, significó el fin de la carrera de Al Capone, pues por primera vez dejó de lado su apariencia carismática para dar paso a su perfil más rudo. A pesar de que nunca lo pudieron culpar de nada y de que se apoderó del mercado del alcohol, su carrera fue en picada. Poco tiempo después fue acusado de evasión de impuestos y condenado a 11 años de prisión el 17 de octubre de 1931. Parte de su condena la cumplió en Alcatraz y, por buena conducta, fue liberado en noviembre de 1939. Vivió sus últimos años en su mansión; vivió con alucinaciones y con el miedo de ser asesinado. Enfermo de sífilis, murió el 25 de enero de 1947. Bugs Moran nunca se recuperó del golpe de Al Capone. Su carrera quedó truncada. Murió de cáncer en 1957, mientras purgaba una pena de diez años por robo.
Una Masacre de película
La Masacre de San Valentín se convirtió inmediatamente en un éxito mediático. Decenas de artículos periodísticos, una película, documentales y referencias en diferentes programas de televisión, es parte de lo que ha arrojado este sangriento capítulo del mundo del hampa. La película que recoge en su totalidad este episodio es The St. Valentine’s Day Massacre (1967), dirigida por Roger Corman y protagonizada por Jason Robards (Al Capone) y Ralph Meeker (Bugs Moran). Además, la masacre se menciona en Some like it hot (1959), de Billy Wilder, en The Untouchables y en varias series de televisión. También se han realizado varios documentales. En cuanto al escenario de la matanza, el almacén de la Cartage Company, se convirtió en una atracción turística de Chicago, aunque sólo se trate de una reconstrucción del muro en el que murieron los gángsters.